Ya son muchas balas las desperdiciadas
algunas rozaron tu pelo
pero eso es lo mismo que nada.
Si disparase a ciegas lo entendería.
Si aceptase que realmente lo hago no me enfadaría.
Y hay también balas que rebotan. Éstas son las peores. No sé dónde lo hacen pero sí sé que vienen con más fuerza que nunca. Te atraviesan de pecho a espalda pasando por el corazón rompiendo toda vena. Y te desangras.
¿Dónde va tanta sangre derramada?
Va a un pozo
que se encuentra en la ignorancia
y en el fondo de éste se encuentra cada una de estas balas
menos la rebotada.
Y con el tiempo la sangre se enfría. Recorre todo el cuerpo helando hasta la yema de mis dedos, para que así, al tocarte, no sienta nada.
Llega hasta el nervio óptico. Mi pupila se vuelve azul, de un color que pega mucho con mi cara pálida.
Mi vida ha acabado helada
que pase el tiempo dicen
que sola se cicatrice
la herida que provocó esa bala rebotada.